DESARROLLO PSICOSEXUAL
Desarrollo
psicosexual
El
concepto de desarrollo psicosexual es un elemento esencial en la teoría sexual de Sigmund Freud[1]
desarrollado hacia finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Freud propone un concepto ampliado de la sexualidad humana, idea revolucionaria
en su época, que postula la existencia de una sexualidad infantil, cuyo
desarrollo está organizado en fases. Cada una de estas fases está caracterizada
por una zona erógena que es la fuente de la pulsión libidinal durante esa
etapa. Estas fases son (en orden de su aparición): oral, anal, fálica,
de latencia y genital.
Freud creía que si durante cualquiera de estas fases el niño experimentaba
ansiedad en relación a esa pulsión correspondiente, los temas relacionados a
esa etapa podrían persistir en la época adulta como neurosis.[1]
Antecedentes
Freud observó que durante el
temprano desarrollo, el comportamiento de los niños se orientaba alrededor de
determinadas partes del cuerpo (la boca
durante el amamantamiento,
el ano durante el baño o la
higiene y luego los genitales). Habiendo observado en sus trabajos
anteriores con pacientes histéricas, que las neurosis adultas tienen sus
raíces en la sexualidad infantil, Freud
propuso que esos comportamientos de los niños eran expresiones de sus fantasías
sexuales y deseos. Sugirió que los seres humanos, durante su primera infancia,
son "perversos polimorfos", significando esto que los infantes pueden
derivar su placer sexual desde cualquier parte del cuerpo,[2]
y que es sólo a través de la socialización que las pulsiones libidinales son
sofocadas en la heterosexualidad adulta.
Debido a que pudo predecir una línea
de tiempo de los comportamientos de los niños, Freud desarrolló un modelo a
través de cual consideró lo que sería el desarrollo "normal" del
niño, al cual denominó "desarrollo libidinal". De acuerdo a
esta teoría, cada niño atraviesa cinco fases psicosexuales. Durante cada etapa,
la libido tiene diferentes zonas erógenas de acuerdo a la fuente de sus
pulsiones. La libido se refiere a varios tipos de placeres y satisfacciones.
Sin embargo, durante esta búsqueda
de satisfacción de las urgencias sexuales, el niño experimenta fracasos y
reprimendas por parte de sus padres o la sociedad y debido a esto termina
asociando angustia con la zona erógena en particular. Para evitar esta
angustia, el niño comienza a preocuparse con los temas relacionados a esta
zona, un fenómeno que Freud denominó fijación.
Freud creía que la fijación persistía en la adultez y subyacía a la estructura
de la personalidad
y la psicopatología incluyendo neurosis, histeria y
desórdenes de la personalidad. Freud llamó a esto infantilismo psicosexual.
Fase
oral
La primera etapa del desarrollo
psicosexual es la fase oral, la cual dura desde el comienzo de la
vida hasta el primer año. Durante la misma, el foco de la satisfacción está en
la boca y el placer se obtiene por los cuidados, pero también a través de la
exploración del entorno (los pequeños tienden a llevarse objetos nuevos a la
boca). En esta etapa el Ello es
el que domina ya que ni el Yo ni el Superyó
están totalmente desarrollados. A causa de esto el bebé no tiene noción de sí
mismo y todas sus acciones están basadas en el principio de placer.
El yo, sin embargo, está bajo
formación durante esta primera etapa. Hay dos factores que contribuyen a la
formación del mismo. En primer lugar, la imagen corporal
es desarrollada, lo cual implica que el niño reconoce que su cuerpo se
diferencia del mundo exterior. Por ejemplo, comenzará a darse cuenta que uno
siente dolor solamente cuando éste se aplica al propio cuerpo. A través de la
identificación de los límites de su cuerpo, uno comienza a desarrollar el
sentimiento del yo. Un segundo factor al que le es atribuido la formación del
yo son las experiencias implicadas en el retraso de la satisfacción que
conducen a la comprensión de que conductas específicas pueden satisfacer
algunas necesidades. El infante gradulamente se da cuenta de que la
satisfacción no es inmediata y que tiene que producir determinados
comportamientos para iniciar acciones que conduzcan a esa satisfacción. Un
ejemplo de conducta semejante es el llorar, que parece no tener finalidad
durante los primeros dos meses de vida, pero luego parece ser usado
productivamente y está conectado con determinadas necesidades.[4]
La experiencia clave en esta fase es
el destete,
durante el cual el niño pierde mucho del contacto ínitmo con su madre y esto da
lugar al primer sentimiento de pérdida. El destete también le provee al bebé
conciencia de sí mismo, desde que aprende que no todo está bajo su control, y
tampoco la satisfacción es siempre inmediata.
En esta etapa, la satisfacción de
las necesidades conducen a la formación de la independencia (desde que el bebé
se forma una idea clara sobre los límites de sí mismo y forma su yo) y la
confianza (desde que el bebé aprenden que comportamientos específicos conducen
a la satisfacción). Por otro lado, la fijación puede llevar a la pasividad,
credulidad, inmadurez y un optimismo no realista, y también la formación
de una personalidad fácil de manipular debido a la formación inadecuada del yo.
Esto puede ser el resultado tanto de la excesiva como de la insuficiente
satisfacción. En el caso de demasiada satisfacción, el niño no aprende que no
todo está bajo su control y que la satisfacción no siempre es inmediata (los
cuales son resultado del destete), dando lugar a una personalidad inmadura. Por
otro lado, las necesidades del niño pueden ser satisfechas insuficientemente, y
debido a ello el niño se vuelve pasivo porque aprende que de todas formas,
lleve a cabo la conducta o no, la satisfacción no sobrevendrá. En algunas
sociedades es común que los niños sean cuidados por sus madres durante varios
años mientras que en otras este tiempo es más corto. El chupar y comer, de
todas formas, componen los recuerdos más tempranos de los niños en todas las
sociedades. Esta etapa tiene especial importancia ya que algunas sociedades tribales, comúnmente
encontradas en el Suroeste del Pacífico
y en África,
consideran que el estómago es la sede de las emociones.
Fase
anal
En la etapa anal del desarrollo
psicosexual, el foco de la energía pulsional (zona erógena) mueve desde el
tracto digestivo superior al final inferior y el ano. Esta fase dura desde
aproximadamente el 15º mes hasta el tercer año de vida. Durante la misma la
formación del Yo continúa.
De acuerdo a la teoría, la
experiencia más importante durante esta etapa es el entrenamiento en la higiene
personal. Éste ocurre alrededor de los dos años (pueden haber diferencias con
respecto a la edad según la sociedad que corresponda), y da como resultado un
conflicto entre el Ello, que demanda satisfacción inmediata de las pulsiones
que involucran la evacuación y las actividades relacionadas con ella (como el
manipular las heces) y
las demandas de los padres. La resolución de este conflicto puede ser gradual y
no traumático, o intenso y tormentoso, dependiendo
de los métodos que los padres usen para manejar la situación. La solución ideal
vendría si el niño trata de regularse y los padres son moderados, para que el
niño pueda aprender la importancia de la limpieza y el orden gradualmente, los
cuales dan lugar a una persona adulta controlada. Si los padres ponen demasiado
énfasis en la higiene personal mientras el niño decide acomodarse a ésta, se
puede dar lugar al desarrollo de un comportamiento compulsivo, extendiéndose a
lo concerniente con el orden y la pulcritud. Por otra parte, si el niño decide
prestar atención a las demandas de su Ello y los padres acceden a esto, el niño
probablemente desarrolle una personalidad tendiente al desorden e indulgente
para consigo mismo. Si los padres reaccionan, el infante debe cumplir, pero
desarrollará un débil sentimiento de sí, ya que los padres son los que
controlan la situación, no su propio Yo.
Fase
fálica
Se extiende desde los tres hasta los
cinco años y la zona erógena asociada a ella es el área de los genitales. A
pesar de que efectivamente la satisfacción está enfocada en esta área, no lo es
de la misma forma que en la sexualidad del adulto, ya que el niño es
sexualmente inmaduro aún. Sin embargo, la estimulación de los genitales es
bienvenida como placentera y los varones, como los hombres adultos, pueden
tener erecciones durante el dormir. Los niños se vuelven cada vez más
conscientes de su cuerpo y son curiosos en relación al cuerpo de otros niños y
también el de sus padres. Freud observó que los niños de esta edad pueden ser
frecuentemente vistos sacándose la ropa y "jugando al doctor" con
otro niño, o preguntándole a sus madres si ellas también tienen pene. Estas
observaciones persuadieron a Freud de que la satisfacción está enfocada sobre o
alrededor de los genitales durante este período.
El conflicto más importante de esta
etapa es el llamado complejo de Edipo, nombre derivado de Edipo, quien asesinó a su
padre e involuntariamente durmió con su madre. Freud usa el término Edipo para
ambos sexos pero otros analistas propusieron un variante femenina denominada
"Complejo de Electra". En un comienzo, para
ambos sexos la primera fuente de cuidados (al menos en la mayoría de las
sociedades) y satisfacciones es la madre. A medida de que los niños se
desarrollan, sin embargo, comienza a formarse una identidad sexual y la
dinámica para varones y niñas se altera. Para ambos sexos, los padres devienen
el foco de su energía pulsional.
Para el varón, la madre deviene la
persona deseada, mientras que el padre es el foco de los celos y rivalidad,
desde el primer momento en que es el que duerme con la madre, pero sigue siendo
uno de los principales encargados del cuidado del niño. El Ello quiere unirse
con la madre y matar al padre (como hizo Edipo) pero el Yo, basado en el principio de realidad sabe
que el padre es más fuerte. Sin embargo, el niño también quiere al padre, por
eso sus sentimientos son ambivalentes. El temor de que el padre sea un
obstáculo frente a los sentimientos del niño hacia la madre es expresado por el
ello como temor de que el padre lo castre.
El miedo a la castración no es racional y ocurre de forma irracional e inconsciente.
Freud argumentaba que las niñas
pequeñas siguen más o menos el mismo desarrollo psicosexual que los niños.
Mientras que el niño desarrolla angustia de castración, la
niña desarrollará envidia del pene, envidia sentida por las
mujeres frente a los hombres debido a que los hombres poseen pene. Esta envidia
tiene sus raíces en el hecho de que sin el pene las mujeres no pueden poseer
sexualmente a la madre tal como son conducidas por el Ello. Como resultado de
esta comprensión, ella dirige su deseo sexual hacia el padre. Luego de esta
fase la mujer tiene una etapa extra en su desarrollo cuando debe transferir,
todo o en parte, la sensibilidad e importancia del clítoris
a la vagina.
La niña pequeña también en algún momento debe abandonar su primera elección de
objeto, la madre, para tomar a su padre como nueva elección de objeto, más
apropiada. Su eventual introducción en la heterosexualidad femenina, que
culmina al dar a luz, deja de lado paulatinamente sus tempranos deseos
infantiles, y su propio hijo es el que toma el lugar del pene de acuerdo a una
antigua equivalencia simbólica. Generalmente Freud consideraba al conflicto de
Edipo experimentado por niñas más intenso que el experimentado por varones,
dando como resultado una personalidad más sumisa y menos segura.
En ambos casos el conflicto entre
las pulsiones del Ello y el Yo es resuelta a través de dos mecanismos de
defensa básicos del Yo. Uno de ellos es la represión, que implica el bloqueo de recuerdos,
impulsos e ideas desde la mente consciente, pero no conduce a una resolución
definitiva del conflicto. La segunda es la identificación
que implica la incorporación de las características del padre del mismo sexo
dentro del propio Yo del niño. El varón, adoptando este mecanismo busca reducir
el miedo a la castración, ya que su similaridad con el padre le hace pensar que
lo protegerá de él. La identificación de las niñas con su madre es más fácil ya
que se da cuenta de que ni ella ni su madre tienen pene. Algunas escuelas de
psicoanálisis consideran que la dinámica psicosexual presentada en niñas en
este punto de su desarrollo tiene su término (sin embargo Freud no lo considera
así) en el Complejo de Electra. La teoría freudiana de la sexualidad femenina,
particularmente lo que se refiere a la envidia del pene, ha sido duramente
criticada.
Si el conflicto no es resuelto, una
fijación a esta fase dará lugar a mujeres adultas que se esfuerzan por superar
a los hombres, si tiene sentimientos insoportables de devastación debido a la
falta de pene, lo harán siendo seductoras y coqueteando, o sino serán sumisas y
con baja autoestima.
Por otro lado, los hombres pueden presentar excesiva ambición y vanidad. En
general, el Complejo de Edipo es muy importante para el desarrollo del Superyó
ya que a través de la identificación con uno de los padres, la moralidad de la
sociedad en que se vive es internalizada y la conformidad a las reglas ya no es
producto del miedo al castigo.
Período
de latencia
El período de latencia está
caracterizado por una solidificación de los hábitos que el niño desarrolló en
sus anteriores etapas. A pesar de que el Conflicto de Edipo se resuelva (o no),
las pulsiones del Ello no son accesibles para el Yo durante esta etapa, ya que
han sido reprimidas durante la etapa fálica. A raíz de esto las pulsiones son
vistas como inactivas y escondidas (latentes), y la satisfacción que el niño
recibe no es tan inmediata como lo era en las tres etapas previas. Ahora el
placer está más relacionado con el proceso secundario. La energía pulsional es
redireccionada a nuevas actividades, principalmente en relación a la escuela, hobbies y
amigos. De todos modos, pueden presentarse algunos problemas durante esta fase
y ocurren si se lleva a cabo una inadecuada represión del Conflicto de Edipo o
si al Yo le cuesta redireccionar las pulsiones hacia actividades aceptadas por
el entorno social.
Fase
genital
La quinta y última etapa del
desarrollo psicosexual es la fase genital, la cual se prolonga desde la
pubertad (doce años aproximadamente) en adelante. En realidad continúa hasta
que el desarrollo culmina, que idealmente es a los dieciocho años cuando
comienza la edad adulta. Esta fase representa la mayor parte de la vida, y la
tarea básica para que se constituya la individualidad es el desapego a los
padres. También es el momento en que se producen los intentos individuales para
resolver cuestiones de la temprana niñez. En esta fase el foco está puesto
nuevamente en los genitales, como en la fálica, pero esta vez la energía es
expresada desde la sexualidad adulta. Otra diferencia crucial entre estas dos
etapas es que, mientras en la fálica la gratificación está relacionada con la
satisfacción de las pulsiones primarias, en ésta, el Yo está ya bien
desarrollado y utiliza el proceso secundario, que le permite una satisfacción
simbólica. Ésta última incluye el establecimiento de relaciones amorosas y la
posibilidad de formar una familia. También se aceptan las responsabilidades
asociadas con la adultez.
Críticas
a la teoría freudiana del desarrollo psicosexual
Crítica
científica
Una crítica científica común que se
refiere a la teoría freudiana del desarrollo psicosexual humano es la que
indica que Freud estaba demasiado fijado a la sexualidad humana
él mismo, lo que podría haber servido para que subjetivamente su trabajo se
dirigiera en favor de definir el desarrollo humano
exclusivamente en relación al desarrollo humano sexual considerado normativo,
según él. Es posible que dicha fijación haya influenciado negativamente a Freud
de distintas formas que lo hayan dirigido a ignorar otras variables
significativas que contribuyen al desarrollo psicosexual humano, tales como la
actividad hormonal
y de las feromonas.
La etapa que causa mayor controversia es la fálica. Freud sostenía sus
afirmaciones sobre el Complejo de Edipo con una serie de observaciones
clínicas. En 1901
publicó una serie de estudios sobre un niño llamado "Pequeño Hans" quien
padecía una fobia a los caballos. Freud conectó el miedo de Hans hacia los
caballos con el miedo a su padre. El temor de Hans y su angustia fueron
pensados como resultado de varios factores incluyendo el nacimiento de su
hermana, el deseo de su Ello de reemplazar a su padre como compañero de la
madre y conflictos relacionados con la masturbación.
Hans admitía que quería tener hijos con su madre, lo cual significaba para
Freud una prueba adecuada de la atracción sexual que sentía su pequeño paciente
hacia su madre. Hans, sin embargo, era incapaz de conectar el temor por los
caballos con su padre, y, como Freud admitía, "a Hans se le deben decir
muchas cosas que él no puede decir por sí mismo" además de que "el
niño se presenta con pensamientos que hasta el momento no había mostrado signos
de poseer", de tal forma que uno podría suponer que Freud manipulaba la
mente del paciente.
Investigadores científicos han
criticado la siguiente afirmación de Freud en su escrito de 1914 "Introducción del narcisismo": "Es
imposible suponer una unidad comparable al Yo que exista desde el
comienzo". Amplia evidencia documenta un funcionamiento del Yo en
infantes, aún en los recién nacidos, contrariamente a lo que Freud sostenía. El
recién nacido muestra una sorprendente habilidad para seguir distintos
objetivos móviles, diferenciar un estímulo familiar de uno que no lo es y
reaccionar positivamente con la persona que lo cuida. Aún más, los niños
muestran signos de un Superego en funcionamiento más temparano que lo propuesto
por Freud, quien sostenía que asomaba recién luego de que se resolviese el
Complejo de Edipo.
Consideraciones culturales han
influenciado ampliamente las teorías dentro de la perspectiva psicodinámica.
Freud indicó que el Complejo de Edipo es universal y esencial para el
desarrollo. Bronisław Malinowski, un antrópologo que
estudió el comportamiento de los habitantes de las Islas Trobriand,
cuestionó la opinión de Freud acerca del Complejo de Edipo y su universalidad.
En la sociedad de Trobriand los varones son disciplinados por los hermanos de
sus madres en lugar de sus padres biológicos (sociedad avuncular).
Tal como desarrolla en su trabajo, "Sexo y represión en la sociedad
salvaje" (1927), Malinowski encontró que los varones tenían sueños donde
el blanco de los miedos no era su padre sino su tío. Basado en esta
observación, Malinowski argumentó que el poder, no los celos, es la base para
la tensión edípica. Como resultado, Segall et al. hipotetizó que la teoría
freudiana estaba basada en una interpretación equivocada de una variable que da
lugar a confusión.[5]
Otro estudio científico demostró que
mientras los rasgos de personalidad correspondientes a las fases oral, anal,
edípica y genital pueden ser claramente observados, las etapas en sí mismas en
el desarrollo del niño no pueden serlo. Tampoco se puede confirmar que dichos
rasgos adultos provengan de las experiencias vividas durante la niñez.[6]
Desde una perspectiva más genérica,
el epistemólogo Karl Popper rechazaba los constructos teóricos
propuestos por Freud por su infalsabilidad,[7]
considerando el Psicoanálisis en su globalidad como un claro ejemplo de pseudociencia
incapaz de efectuar predicción alguna.[8]
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